#golosinas2018

La nariz de Cho Marcial dibujando un recorte en el cielo del valle; como la nariz de la tierra, siempre atenta al aroma residual del atardecer. La placita donde jugué todos los cromos de mi infancia. Ángela, que dejaba 100 pesetas en el hueco de mi mesilla. Mi Padre, que recogía sus rodillas creando el calor de un espacio donde sentarnos a ver los vuelos de Tarzán. Mi Madre, tan atenta y tan madre, acompañándome a los conciertos de mis 16. La venta de Rosa y una vieja máquina de flippers. Un cañizo donde los viejos agotaban sus miradas y los jóvenes de labios inexpertos sentían una leve sensación parecida al deseo. La reverberación al final de una escalera que poco a poco lanzó al abismo del mundo mis primeros acordes. Te recuerdo Jara que aún sigues ahí, en el mismo lugar de las Preguntitas sobre Dios. Las canciones de los Beatles hilando un poema torpe y sin sentido en un fervor tan poco usual a los 14 años. El Epitafio del Rey Carmesí. El delirio rastafari de Bob Marley. Te doy una canción y te entrego un mundo por abrir. La Laguna. El Paraninfo de una Universidad a la que solo fui para cantar y para ver a Mario Benedetti abarrotar de poesía ese mismo Paraninfo. El Taller y la música que se vuelve archipiélago. El velo lila que empieza a envolverlo todo. El marido de la peluquera en un cine que ya fue. Fito Páez como un cable a tierra. Djavan tocando una tecla en mi interior que nadie más tocó. Lluís Llach y Gener 76. Jaques Brel en su pequeño país que es el mío. Caetanear lo que hay de bueno. La fierecilla del deseo de Nick Cave y toda la Música. Madrid. El número 8 de la calle Libertad. Gijón y los ídolos que ya no son de barro. Los pies de María dejando a su paso una huella perfecta donde acomodar mis pies. El día que entré en un café y le pude dar la mano a Ángel González y él apretó la mía. Cesária Évora tomando una sopa caliente en una sala de la Expo de Lisboa. Limpiar el polvo al vinilo de mis Golosinas del 95… #golosinas2018