Autor: elmonoespabilado
Jalpan de Serra
Alfonsina y el mar
Un 25 de Octubre de hace ahora 80 años, Alfonsina Storni se arrojó al mar desde la escollera del Club Argentino de Mujeres, en Mar del Plata. De su relación con un hombre casado nació su único hijo. Mujer, poeta, madre soltera y dueña de sí misma en este mundo de hombres y para hombres… Alfonsina.
Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido/ no fuera más que aquello que nunca pudo ser,/ no fuera más que algo vedado y reprimido/ de familia en familia, de mujer en mujer.
Alfonsina. En 1935 le detectaron un cáncer de mama. En 1937 se suicida su amigo y amante Horacio Quiroga. A este habría que sumar los suicidios de Leopoldo Lugones y de la hija de Quiroga. En 1938 se instaló en una pensión de Mar del Plata y desde allí envió al diario La Nación el soneto Voy a dormir. El periódico lo publicó el día después de su muerte.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame./ Ponme una lámpara a la cabecera;/ una constelación; la que te guste;/ todas son buenas; bájala un poquito./ (…) Gracias. Ah, un encargo:/ si él llama nuevamente por teléfono/ le dices que no insista, que he salido…
En 1969, Mercedes Sosa, en su disco Mujeres Argentinas, graba por primera vez la zamba Alfonsina y el mar, de Ariel Ramírez y Félix Luna.
(…) bájame la lámpara un poco más/ déjame que duerma nodriza en paz/ y si llama él no le digas que estoy/ dile que Alfonsina no vuelve/ y si llama él no le digas nunca que estoy/ di que me he ido
Alfonsina y el mar es probablemente una de las primeras canciones que aprendí de niño. En familia, y en torno a la guitarra y la voz del padre, la cantábamos una y otra vez. La grabé en el año 2009. Alfonsina.
La historia de Alfonsina y la emoción que me transmitieron sus poemas llegaría mucho más tarde.
Alfonsina.
Hoy he querido recordarte.
#golosinas2018
La nariz de Cho Marcial dibujando un recorte en el cielo del valle; como la nariz de la tierra, siempre atenta al aroma residual del atardecer. La placita donde jugué todos los cromos de mi infancia. Ángela, que dejaba 100 pesetas en el hueco de mi mesilla. Mi Padre, que recogía sus rodillas creando el calor de un espacio donde sentarnos a ver los vuelos de Tarzán. Mi Madre, tan atenta y tan madre, acompañándome a los conciertos de mis 16. La venta de Rosa y una vieja máquina de flippers. Un cañizo donde los viejos agotaban sus miradas y los jóvenes de labios inexpertos sentían una leve sensación parecida al deseo. La reverberación al final de una escalera que poco a poco lanzó al abismo del mundo mis primeros acordes. Te recuerdo Jara que aún sigues ahí, en el mismo lugar de las Preguntitas sobre Dios. Las canciones de los Beatles hilando un poema torpe y sin sentido en un fervor tan poco usual a los 14 años. El Epitafio del Rey Carmesí. El delirio rastafari de Bob Marley. Te doy una canción y te entrego un mundo por abrir. La Laguna. El Paraninfo de una Universidad a la que solo fui para cantar y para ver a Mario Benedetti abarrotar de poesía ese mismo Paraninfo. El Taller y la música que se vuelve archipiélago. El velo lila que empieza a envolverlo todo. El marido de la peluquera en un cine que ya fue. Fito Páez como un cable a tierra. Djavan tocando una tecla en mi interior que nadie más tocó. Lluís Llach y Gener 76. Jaques Brel en su pequeño país que es el mío. Caetanear lo que hay de bueno. La fierecilla del deseo de Nick Cave y toda la Música. Madrid. El número 8 de la calle Libertad. Gijón y los ídolos que ya no son de barro. Los pies de María dejando a su paso una huella perfecta donde acomodar mis pies. El día que entré en un café y le pude dar la mano a Ángel González y él apretó la mía. Cesária Évora tomando una sopa caliente en una sala de la Expo de Lisboa. Limpiar el polvo al vinilo de mis Golosinas del 95… #golosinas2018